Me vuelvo a meter...

Remezones.

Ni un momento más. Escena 12, plano 14, grita Nani. Cámara apenas andando. Nos callamos la boca arte, grita ella. La luz de frente tira efecto dramático. El boom, pirueta artística de Burri. Acción.
El maldito golpea con un tronco de árbol. Abrís o tiro la puerta abajo. Le pedí que tuviera un poco de paciencia, y hoy decidí asomar mi nariz de botón y mis ojos que no esconden cierta tristeza. Me miró enojado. A mi nadie me deja acá afuera esperando como un boludo. Disculpame, tenía miedo... le dije. Sentate, ya estamos por empezar.
Hace un año buscaba un nuevo aire más grato detrás de mi profecía. El cambiante biorritmo vino como sacudón. Mi compañero de idas y venidas se agazapó en un costado. Agarrate fuerte que va a ser jodido. Y lo fue. El cambio se sintió ni bien puse un pie en la facu. Esperando contra toda esperanza. Mis pocos billetes apostaban a aquella decisión tambaleante. Me tiré con todo y pasé, como Gandalf, por fuego y agua. Las personitas que conocí en el camino sorprendieron con su estilo tan distinto a mis viejas camaradas de secundaria, y así y todo, algunas llegaron a conocerme bastante. Mucho miedo, mucha fiaca ( si, si) empezaban a hacer estragos sobre mis hombros a mitad de camino. Desesperación, ya no podemos volver atrás, negro, le dije. Bueno, banquemos un poco más... quizás encontremos luz al final del túnel. Nos tomamos vacaciones y mi pequeño secuaz jugaba a la rayuela en el patio. Yo lo miraba... miraba esas cicatrices perceptibles que él quería disimular diciendo que eran tatuajes permanentes. Varias noches nos sentamos en la oscuridad a hablar, como otra noche de agosto en el mismo bar de Cacho. Él me contó pocas cosas, porque yo ya sabía bastante. Me dijo que no estaba dispuesto a que lo pasaran por encima. Si cago a alguien, no será injustificadamente. Tengo miedo, me dijo mientras se abrazaba sus liliputienses rodillas con los brazos. Pero tampoco me quiero quedar sin vivir nada. ¿Pido mucho? Yo negué con la cabeza. No te puedo ayudar, le dije. Pero cuando te sientas listo, me vas a tener haciendo porras por vos. Gracias, por esa verdad, nueva amiga. Otro trébol de cuatro hojas venía dispuesto a llenar mi cabeza de teorías incomprensibles pero interesantes, cuando un día pisé un pozo mal tapado. Y me sentía tan avergonzada de mi propia estupidez que me quedé ahí adentro. Una vez más, esa amiga bajita y preciosa que tengo me estiró la mano. Cuando llegué a casa, lo noté raro. La puta que te parió, dónde te habías metido??? En la mesita de luz había una vela prendida. Ay, carajo...murmuré. No estoy muy seguro, aseguró frotándose las manos, pero por ahí tenemos suerte. El pesimismo se tomó un finde en Cariló y nosotros disfrutamos de esa nube de azúcar calórica que el tiempo nos traía de yapa. Hasta que el viento del sur llegó otra vez, el pesimismo desarmó su valija desordenada sobre mi cama, y varias noches se cubrieron de esa lluvia torrencial de Noviembre. No entiendo, sollozaba él, sentado en el borde de mi cama. No entiendo... le ofrecí poco pero era lo que tenía. Discúlpame, pero esta vez no te puedo ayudar, le contesté bajito. No sé cómo. Soles más tarde, mientras trataba de dormir, lo escuché llorar, ahogando la cara en la almohada para no despertarme. Lo abracé fuerte. Era lo único que podía hacer. Empezó a hipar con fuerza, mientras las palabras más ciertas que le escuché decir salían con voz de flautista: No puedo más. Entonces se acurrucó junto a mí y lloramos los dos. Yo, por mi continuo año de derrotas, por no saber que mierda hacer para ser mejor y dejar de meter la pata. Puede ser que no me canse de decepcionar? Él me prometió que nadie más iba a hacer lo mismo. La única persona que va a saber cómo hablar conmigo sos vos, gritó con bronca.

Ahora está leyendo al lado mío, enfrascado en los males de Juvenal Urbino y Fermina Daza. Se ajusta el torniquete automáticamente y sigue leyendo.
Soy pesimista, me dice, mientras le hace una marca al libro. Somos pesimistas, lo corrijo. Y paro de teclear. Teléfono, esa vieja amiga que volvió de visita. Permanente, espero ¿Tan difícil será estar bien? Ni una felicidad rebosante ni una sonrisa pintada con crayón. Solo esas dos palabras. Ver el cielo de otro color. Es que si nada nos impulsa al cambio, como hacemos? Será nuestra natura, acostumbrada a la monotonía de los tropezones? Será mi tendencia al fracaso? No, el fracaso es cuando ni siquiera lo intentás. Entonces la tendencia de Beatriz a pegarme cachetadas? Que diría mi espejo? Por qué? Por qué así? Uhm... seguí pedaleando, es tu bicicleta y de nadie más, dirían esos dos diamantes.
En la primera de cambio ya se entiende que las cosas joden. Por qué me lo tenés que mandar de nuevo si ya le pagué, diría el farmacéutico a la droguería. Desesperanza? Por qué sigo cometiendo errores? Es mi deber el mejorar, no la decepción. Pará, flaca. Pará.
Será que quiero cambiar realmente? Seguro, pero seguiría siendo yo? Te descubriste hace poco, dice él. Date tiempo. Será que mi lado oscuro en realidad es claro? Será que mi fachada de cansancio es lo que me hace ser? Vendrán las respuestas? Viento... cambiará mi norte... ?
Abrimos la ventana y ya es de noche. El calor se hace soportable, el aire respirable.
Che... lo puedo leer? Ta bueno...me lo dejás? Siempre me robás uno, cararrota. Bueno, che... es para no olvidarme nomás...
Buenas, dice la coqueta entrometida. Traje verde, mamita. Alta vestimenta, dice el lector empedernido. Salimos esta noche?
Preguntame el primero de enero, pestañea seductoramente ella.
Primero de enero... hora incierta. Otra de doce hojas guardada en la caja de flores disecadas. Ponele el filtro verde, Anquis. Plano general, Rafa...
El ventilador vuela las hojas del libro amarillento mientras una gota cae sobre la última.
Estamos en la era del amor en los tiempos del cólera. Mi corazón mira por la ventana y cierra el libro. Plano detalle al tatuaje de la mano. Corte. Che, esta escena salió para el carajo, gritaría Mix. Tomé mal el sonido, le diría yo. Se edita. Todo se edita, agregaría Pitu.

14/12/04 21:25


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